No hace muchos días, debatíamos en un grupo sobre la importancia de vivir el momento, de vivir con intensidad el presente, alejándonos de esa especie de furor que hay por adivinar el futuro o recrearnos en un pasado que, no lo olvidemos, lo construimos desde el presente.
Y todo y que es rigurosamente cierto que jamás podremos habitar la casa del mañana por aquello de que es el mañana y, por tanto, tan solo existe en nuestra imaginación y que, el pasado, por ser ayer, no retornará ni en el mejor de nuestros sueños, también es cierto que tenemos que contar con ambos para vivir un presente en plenitud.
No imagino vivir el presente sin tener en cuenta los aprendizajes del pasado que, por otro lado, me hacen la vida más ligera, ayudándome a tomar unas decisiones de forma rápida que, de otro modo, me tomarían días de reflexión y análisis. Otra cosa es que me afinque en el recuerdo sin querer vivir lo que está ocurriendo hoy, pensando que ningún otro tiempo será mejor que el de ayer, porque lo mejor aún está por venir y, posiblemente, ocurra hoy.
Tampoco imagino vivir el presente sin tener una visión de lo que quiero que sea mi futuro y, por tanto, deberé imaginar cómo quiero que sea para actuar hoy en consecuencia. El problema viene cuando estoy continuamente en el mañana, sin permitirme disfrutar de lo que hoy, aquí y ahora está ocurriendo.
Si me permitís una metáfora, sería como el labrador que va mirando hacia atrás continuamente y que, por tanto, es incapaz de percibir la riqueza que tiene ante sí, como tampoco percibe los peligros que le acechan, quizás en forma de socavón al que caerá si no mira hacia delante. Ese mismo labrador podría perderse esas mismas riquezas y estar preso de los mismos peligros sino se detiene a mirar el ahora.
Por tanto, el secreto está, como tantas veces, en el justo equilibrio entre el recuerdo, la vida real en el ahora y el sueño del futuro, algo que es válido para cualquiera de las facetas de nuestra vida y, por supuesto, de las de los colectivos en los que estamos inmersos, incluido el mundo de las organizaciones.
¿Cómo empezaremos a equilibrar nuestras percepciones temporales?
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